Cómo tu perro cambió mi vida
enero 29, 2015Hoy
quiero compartir con vosotros una historia que me ha llegado al alma, como lo
ha hecho con multitud de personas que la han leído.
La
encontré en la página de Cuencanimal pero pertenece Javier Ruiz del Blog doblandotentáculos.
Por favor leer la historia y si os apetece, daros una vueltecilla por su blog, merece la pena.
De cómo tu perro cambió mi (nuestra) vida
¡Hola! Esto es una carta extraña, pues no sé a quién le escribo. Solo espero que algún día, por suerte o por tenacidad, llegue a la persona que abandonó a Caos: nuestro perro, que antes no fue nuestro, sino de alguien que no lo merecía.
Caos descansando en una terraza (junio de 2012). |
Llegó a finales de junio del 2012, y se
fue la víspera del día de Reyes del 2015, de madrugada. Sí, has leído
bien: la noche de Reyes del año 2015. Vivió dos años y siete meses más
de lo que supongo creías, y yo hubiese empezado a escribir esta carta en
el mismo momento en que nos despedimos de él si hubiera podido reunir
el valor para sentarme en la mesa de trabajo junto a la que él
descansaba varias horas al día.
Si todavía no sabes si fue tu perro, te diré que lo recogimos en la carretera antigua que conecta Corbera de Llobregat con San Andrés de la Barca (la Ctra. de Sant Andreu),
a la altura de aquella finca que está tocando con una de las curvas
cercanas al Eroski, donde solía haber una luz exterior siempre encendida
por la noche. Y si por fin estás leyendo esto, aprovecho para
asegurarte que no te guardo rencor —ni tan siquiera él lo hacía, creo—,
solo quiero (queremos) hablar contigo un minuto. Quiero que me escuches, a mí, que tengo la capacidad de llamar tu atención, a diferencia de aquel que fue tu perro una vez, pero no más.
Lo sé. Sé desde el principio que vas a sacar el tema. Era un perro viejo.
Lo vimos tras el frenazo en el camino que te comentaba en el párrafo
anterior. No obstante, ni yo ni mi pareja pudimos subir al coche sin él;
aquel jueves solo queríamos sacarlo de la carretera y darle un sitio
donde pasar la noche, aunque a mí me rehuía. Rehuía a todos los hombres,
y lo siguió haciendo durante semanas.
También te diré que al día siguiente no fui a trabajar, sino a dos o tres veterinarios, y no te voy a engañar.
El primero nos dijo que lo mejor era sacrificarlo. El segundo, no. Pero
ten por seguro que hubiésemos seguido buscando hasta encontrar a aquel
que quería luchar por darle una vida mejor.
Ese mismo día se le diagnosticó la hernia
de disco que tenía en la espalda y una artrosis de tipo dos muy
avanzada. Como sabes, eso hacía que caminase como las muñecas de Famosa,
o como un muñeco de Playmobil, pues presionaba la médula
constantemente; si te preocupaste alguna vez, mínimamente, seguro que
lo recuerdas. Debes saber que le ayudamos a fortalecer las
articulaciones con ejercicios, paseos, medicación (Previcox y
Gabapentina) y visitas a la playa, buscando esa calidad de vida que
creemos nunca había tenido. La herida de la trufa, aquella que nunca se
cerraba, nos dijeron que no era leishmaniosis; y la oreja caída intuimos
que fue de una infección que se extendió hasta romper el cartílago.
Era un perro viejo, pero también era un perro bueno, ¿lo sabes? Le gustaban mucho los niños pequeños, pero no comprendemos por qué; y los quesitos. Y sobre todo era fuerte.
Tras toda una vida de descuidos, se recuperó. Le cuidamos, y casi
corría… Casi. Como te imaginarás, nunca volvió a correr, si es que
dejaste que lo hiciera vez alguna. Pero paseaba con nosotros, y no hacía
falta que se apresurase, ni suelto ni atado, pues no nos alejábamos
nunca demasiado de él.
Al cabo de unos meses nos daba besos, y
nos perseguía por la casa, y formaba parte de nuestra familia; y sé que
le cuidamos el cuerpo, como se pudo, pero sobre todo le sanamos el alma.
De eso sí estoy seguro.
Era alegre, fuerte, cabezón, sociable, cariñoso y muy bueno. Era todo eso, y más. Demostró valentía, fuerza, energía, ganas de vivir y mucho amor por todos nosotros, cuando por fin se le permitió.
Al principio, tenía pesadillas cada noche, cada vez que cerraba los
ojos, y se escapaba cuando por un casual veía que me quitaba el
cinturón, o me acercaba a él con una escoba entre las manos, o escuchaba
un ruido fuerte. Pero demostró que quería vivir; que quería vivir mucho
más. Y viajó con nosotros por toda Cataluña y Mallorca; a su ritmo,
claro.
Ahora te pregunto a ti, a
quien dejaste abandonado a Caos: ¿por qué lo hiciste?, ¿qué vida tenía
mi perro? Y gracias. Gracias por dejar que nos permitiese cuidarlo y nos
devolviese mucho más de aquello que alguna vez llegamos a darle. Quiero
que sepas que era tan fuerte, que cuando tuvo que marcharse,
hubiera querido seguir peleando por estar con nosotros; al final, se
dejó ir. Y nosotros dos lloramos junto a él, durante horas. Si alguna
vez lees esto, dime: ¿quién crees que llorará por ti? ¿Quién llorará por
aquel que dejó solo, herido y en la oscuridad a un alma mucho más noble
que la suya propia?
Si quieres puedes llamarme, escribirme,
hablarme sobre la otra vida de mi perro, y recordar que todo aquello que
tú no hiciste por él, lo hicimos nosotros. Y volveríamos a hacerlo,
toda la vida, todas las vidas; porque no era a él a quien salvábamos,
nos salvábamos a nosotros. Y si tú, o alguien de los tuyos lee esto, me
gustaría que al menos lo supiese, que pensase en ello por un instante.
¿Podrías decirnos cómo se llamaba antes?,
¿por qué no hubo sitio para él?, ¿por qué le abandonasteis? No te hablo
desde el rencor; simplemente no lo entiendo. Y él tampoco lo hacía.
Ahora está muerto, y puedes creer que poco importa (tienes razón);
porque no importa cómo murió (lo hizo muy bien), solo cómo vivió; eso
sí, su otra vida; su segunda vida.
Y a vosotros, a todos aquellos que estéis leyendo esto —seáis pocos o seáis muchos, pero no seáis él o ella—, dejadme ser un poco egoísta.
Ya sé que no tengo derecho, pues todos los días mueren cientos de miles
de animales y personas a lo largo y ancho del mundo; pero dejadme pedir
dos cosas, por mí y por Caos, ya que estos Reyes no han sido
especialmente buenos con nosotros. Uno, compartid esto, por favor. Haced que se mueva como testigo vivo de mi (nuestro) perro y que tenga la oportunidad de llegar al verdadero lector de este mensaje; dos, hagamos que Caos,
ese perro que tenía la columna y el morro destrozados a golpes, o a
malos tratos, y que fue abandonado con aquel mosquetón enorme y oxidado
que, con una cadena en su extremo, le había privado de caminar, de
correr e incluso de ser, siga vivo; luchemos de verdad contra el maltrato animal y contra el abandono;
luchemos por una ley que proteja a los animales y que favorezca las
adopciones; y sobre todo luchemos por castigos reales contra los
maltratadores, por un modo de consumo sostenible, por ser más naturales,
por ser más personas, por aprender de ellos y para ellos; por ser
mejores.
Caos, te queremos. Y ni Argos, ni
Dana, ni los gatos duermen en el colchón todavía. Solo lo miran vacío,
mientras tú ya descansas para siempre en nuestros corazones.
3 comentarios
Buff me pongo malísima con estas cosas, ya he acabado llorando. Ojalá pudiera meter en casa más perros de los que tengo...y mira que tengo movidas con los vecinos que los odian y no quieren que haya perros en el edificio.
ResponderEliminarUn beso!
Puff se le coge mucho cariño a los perros, son como uno más en la familia, ¿verdad? Yo tuve que sacrificar a mi perra con 16 años porque estaba muy enferma, ciega y apenas podía moverse, lo pasamos fatal.
ResponderEliminarPor cierto, te he nominado a un premio en mi blog =)
http://100-suns-dreaming-awake.blogspot.com.es/2015/01/premio-liebster-11-cosas-sobre-mi.html
¡Hola! :D
ResponderEliminarEs una historia conmovedora, no he podido evitar emocionarme. Yo tengo un gato y le adoro, es un miembro más de nuestra familia desde que nació, ya está muy mayor, pero no quiero ni pensar en perderle.
No concibo que alguien pueda hacer daño gratuito a un ser tan indefenso, y apoyo que se endurezcan las leyes contra el maltrato animal.
Gracias por compartirlo con nosotros.
Un besito ^^
¡¡Gracias por tu comentario!!